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miércoles, 23 de junio de 2010

Qué vivan los frágiles

El País - Babelia Mundial de Fútbol
23/06/2010
OLIVERIO COELHO sigue a la selección de Argentina

De no haber sido por el fútbol, en mi infancia no habría hecho amigos. El fútbol representó, para el niño introvertido que era, un momento inicial de desinhibición y lealtad: el momento en el que se gana una lengua en un espacio baldío. Esa lengua ajena a la familia y a las instituciones es la amistad.

Veinticinco años después, antes del partido de Argentina, con unos amigos nos reunimos en una casa, frente a un televisor, con una botella de Cynar y cuatro vasos. Una vez más, la excusa es el fútbol. Como en toda mesa de amigos, surgen enseguida discrepancias. L. me advierte que en estas crónicas soy demasiado duro con Heinze. A., fisonomista imaginativo, observa que Di María es un híbrido de Kafka y el Petiso orejudo, y que en un deporte mediado por la producción de imagen y la publicidad, hay que ser realmente talentoso –como Di María o Tévez– para llegar tan alto.

Estoy de acuerdo en que a veces algunos jugadores –especialmente los ingleses y los franceses– se ven más favorecidos por su imagen que por el talento al momento de ser fichados por un club. Son como actores de Hollywood, donde importa más el cómo te vendes que el cómo lo haces. Así parecen formarse hoy muchas selecciones europeas: un casting de figuras, donde no hay lugar para los débiles. En la Argentina, en cambio, hay una constelación de jugadores frágiles y desgarbados. Di Maria, Pastore, Bolatti, Messi. No tienen cuerpos de atletas sino de hombres como uno, a los que les cuesta salir de la cama a la mañana.

No hay más tiempo para digresiones, porque comienza el partido. Enseguida confirmo algo deprimente: para algunos equipos el fútbol ni siquiera es un ajedrez táctico. Hay equipos que renuncian hasta a la mediocridad para ser nulos, suprimir las combinaciones del fútbol con un simple argumento: “preferiría no atacar”. Con posibilidades de clasificarse, Grecia defiende con ocho en el fondo. No es que la táctica prevalezca sobre el talento. El miedo y la mezquindad prevalecen sobre la voluntad de jugar y, casi diría, vivir.

Es inexplicable que un equipo bartlebiano como Grecia se haya clasificado a un Mundial para luego no arriesgar nada. Contra equipos tan desmoralizados –ni Corea del Norte ni Argelia empatan a Grecia en desánimo–, da pena jugar. Una frase de A. define muy bien una de las dos certezas que me acompañan durante el primer tiempo: “bailar solo es más difícil que bailar acompañado”. La otra certeza es que De Michelis, con su lentitud y falta de anticipación, va camino a convertirse en el Heinze de ésta selección.

En el segundo tiempo Argentina sin embargo baila, sin desesperarse. El único que no puede lucirse es Messi, acosado por el fantasma de una marca personal. Pero por fin la defensa de Grecia colapsa. Entonces da la impresión de que si el partido siguiese, el resultado podría redondearse en una media docena de goles.

Con L, A y M, además de defender la épica de la fragilidad, coincidimos en algo: México va a ser un rival mucho más digno y temerario que los que tuvimos hasta ahora. Así como la amistad, a través del fútbol, marcó la naturaleza de mi infancia, tengo la impresión de que el grupo que forma la selección argentina ha recuperado en la cancha, a través de la amistad y de la figura tutora de Maradona, un placer que el hiperprofesionalismo fue suprimiendo: el de jugar para divertirse, como en esa tierra baldía que llamamos potrero.

* Oliverio Coelho (Buenos Aires, 1977). Su último libro es "Parte doméstico" (Emece, 2009). Administra el blog conejillodeindias.blogspot.com.

1 comentario:

  1. Precioso texto, con un final que no puede sino suscribirse con emoción. Eso es exactamente lo más lindo de la selección argentina, lo que en rigor nos hace ser hinchas.

    Por lo demás, Di María en efecto me hace acordar a un jugador de tapa de El Gráfico de los años ´50, con su corte al ras y sus orejas centreuropeas.

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