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sábado, 12 de junio de 2010

Fútbol y Patria: ¿somos más nacionalistas durante el Mundial? Por Isabel Cittadini (*)

11-06-2010 | Mdz on line, Mendoza | Sociedad


Los Mundiales son el mayor espectáculo global de la industria cultural y el público participa ansioso de ese espectáculo. ¿El fútbol permite la aparición de relatos nacionalistas?, ¿canaliza una expectativa colectiva o es un desborde publicitario y político que poco tiene que ver con la pasión por este deporte?


Existe la idea de que el mundo entero entra en una fiebre nacionalista en cada Copa del Mundo. Sin embargo, es imprescindible atender a cada caso local y fundamentalmente a cada momento histórico. La antropología y la sociología latinoamericanas han trabajado largamente en los últimos veinticinco años sobre esta pasión de multitudes.


En Fútbol y Patria, publicado en 2002 y reeditado –ampliado– en 2008, el doctor Pablo Alabarces, investigador principal del Conicet, analizó las relaciones entre fútbol, identidades y nacionalismo en la Argentina a lo largo de la historia del fútbol local. La primera edición cerraba en el Mundial de Corea-Japón, la segunda se ampliaba hasta Alemania 2006.

Las investigaciones sobre las relaciones entre el fútbol y el nacionalismo coinciden en que es imposible formular una teoría general. Sobre la base de ciertas coincidencias, los modos en que el deporte, en especial el fútbol, ha permitido la aparición de los relatos nacionalistas que se modifican en función de múltiples variaciones.

El fenómeno es distinto en Brasil o en la Argentina, en Ecuador o en México, en España o en Escocia. “En Ecuador, las clasificaciones a los Mundiales constituían acontecimientos desmesurados, pero porque la selección era uno de los pocos elementos que permitía superar las diferencias identitarias abismales –que el fútbol local reproducía– entre la sierra y la costa, diferencias que reaparecen incólumes transcurrido el Mundial”, analiza Pablo Albarces.

Pero según también este sociólogo, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en México, el fútbol canaliza cada cuatro años una expectativa desbordada, aunque se trataría más “de un desborde publicitario y político” que realmente popular y, así, durante lo que llama ritual futbolístico, habría una “suspensión de las hostilidades”.

En Europa no se consigue

En España, el fútbol se presenta como una solución imaginaria a las diferencias regionales, solución que no se consigue debido a los nacionalismos comunitarios –vascos y catalanes, especialmente– que rechazan toda identificación con lo que llaman “el Estado español”.

Para los catalanes, el Barça y para los vascos el Athletic de Bilbao. Sus equipos ocupan ese símbolo nacionalista, sin tener en cuenta la selección nacional. Mientras, en Escocia, los estudiosos hablan de un “nacionalismo de 90 minutos”. La identidad escocesa, con su conocido “coranzoncito maradoniano” se condensa en sus selecciones, aunque el éxito sea efímero.

¿Somos más nacionalistas durante el Mundial de fútbol?

La idea de que el mundo entero entra en una fiebre nacionalista en cada Copa del Mundo sería a esta altura una mala interpretación.

Los brasileños son más nacionalistas que los argentinos, pero la Copa de 2002 fue celebrada como una “Copa gaúcha”, y los clivajes regionales brasileños tienen una enorme envergadura, difícil de superar. Los argentinos aparecen como históricamente más ligados a los avatares de sus selecciones, pero esto se comprueba apenas en el período de esplendor de Maradona, mientras que después de la Copa de 1994 los hinchas se replegaron a sus aficiones locales, dejando la selección en un modesto segundo plano.

“Las coincidencias son a esta altura más o menos obvias: el fútbol –nuevamente, los distintos deportes– son un mecanismo típico de articulación de fenómenos de identidad, desde el nivel micro del barrio hasta el mayor de la nación”, aclara Alabarces.

También ha sido largamente estudiado que en ese sentido el deporte ha tendido a cumplir funciones anteriormente reservadas a los mecanismos de la modernidad: la etnia, la clase, la política, el trabajo.

Allí, el deporte –el fútbol a la cabeza– ha revelado su eficacia por su calidez, por ser barato, por su omnipresencia a través de los mass-media, por la facilidad con la que encarna el discurso de lo pasional –nada aparece tan indiscutible como lo sentimental, y el fútbol es un territorio fértil para esos argumentos.

Lo que resta, en esa dirección, es la producción de más investigación que revele las diferencias, los particularismos; la manera en la que un hincha mexicano difiere de un colombiano, en la que un hincha del ascenso se diferencia del hincha de un equipo grande; sus relaciones con las clases sociales –correlación que es hasta hoy mítica, porque nadie la ha estudiado–; los modos en que los públicos femeninos se están incorporando de manera acelerada, etcétera.

En el libro, Fútbol y Patria de Alabarces, se hace referencia al peso de los tribalismos de la hinchada por sobre una presunta “pasión argentina” como una consecuencia de la fragmentación y desarticulación de la sociedad.

Pero esa “hinchada argentina” es una abstracción, difícil de construir frente al peso irrefutable de la pasión local: ser hincha de Racing es, aun, mucho más fácil. La imagen de los hinchas y jugadores de Boca Juniors festejando un título local y desconociendo con cánticos a la selección es una imagen incontrastable.

Lo que domina hoy el panorama local es aquello con lo que concluye Fútbol y Patria: “La pasión argentina es apenas un argumento publicitario, un nacionalismo de mercado que transforma las expectativas más o menos deportivas en fanatismos ofrecidos como mercancía. La pasión no se compra ni se vende, dicen los hinchas, aunque los sponsors oficiales de la selección lo desmientan cotidianamente”, concluye Alabarces.

Lo cierto es que los Mundiales son el mayor espectáculo global de la industria cultural y los públicos participan ansiosos de ese espectáculo: por excepcional, por mera curiosidad, o por la legítima expectativa –reservada para los entendidos– de ver buen fútbol.


(*) La autora de la nota es periodista y desempeña su trabajo en el departamento de Comunicación Institucional y Prensa del CONICET.

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